Nuestros grandes maestros han partido, pero sus enseñanzas viven entre nosotros; y cada quien –con toda seguridad- esta plantando el bien en lugar que les corresponde.
El espíritu franciscano es abierto para dar y recibir los signos de los tiempos, que son la voz de Espíritu que clama por la verdad, la justicia, el amor.
Y así acompaña a cuantos cada día se levantan para avanzar un poquito más hacia el horizonte infinito de vida y esperanza. jlfg
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